LA FLOTA DE MAR
EN LA GUERRA DEL ATLÁNTICO SUR.
SU ACTUACIÓN POSTERIOR
AL 2 DE ABRIL DE 1982
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Boletín del Centro Naval
Número 816
Enero/abril de 2007
Recibido: 30.11.2006
Mucho se ha escrito de la actuación de la Flota de
Mar en la operación de recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982. El Centro
Naval en su Boletín le dedicó muchas páginas a este evento, especialmente en el
número 748, donde particularmente el Contraalmirante IM D. Carlos A. C. Busser, como
Comandante de la Fuerza de Desembarco, hizo un detallado relato de los antecedentes
y desarrollo de esa operación. Es evidente que el cumplimiento de la misión, por parte de
la Fuerza de Tareas Anfibia al mando del Contraalmirante D. Walter Allara, se alcanzó con
todo éxito, especialmente si se tienen en cuenta los condicionamientos que existían de
efectuar una operación en lo posible incruenta y respetando los bienes materiales de los
habitantes, aspectos que se cumplieron sin que merecieran objeciones.
Hasta aquí se había cumplido lo planificado, que era la recuperación de las Islas, pero
quedaba una gran incertidumbre sobre las operaciones que devendrían en caso de que
el Reino Unido decidiera emplear el poderío de sus Fuerzas Navales para volver a retomarlas.
Quizás un adelanto de sus claras intenciones lo constituyó el hecho, conocido
después de la terminación de la guerra, que a fines de marzo, es decir varios días antes
que se produjera el desembarco argentino en las Malvinas, fue destacado desde su base
de Gibraltar un primer submarino nuclear, como avanzada de lo que luego sería la gran
flota que actuó en el Atlántico Sur en los meses de mayo y junio, para terminar reocupando
nuevamente las Islas el 14 de ese último mes.
Resulta evidente que si a fines de marzo, antes del desembarco argentino, ya destacaron
un submarino nuclear, que teóricamente no podía ser retirado de las fuerzas de la
OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), en época aún de la Guerra Fría, es
porque disponían información de inteligencia sobre el alistamiento y zarpada de la Flota
de Mar argentina y que además contaban con la pertinente autorización para retirar la unidad
nuclear y empeñarla en una operación particular del Reino Unido y fuera del empleo
de las fuerzas de la OTAN.
El Capitán de Navío VGM (R) Carlos
Alberto Coli ingresó a la Escuela Naval
en 1952.
Cursó la Escuela de Aplicación y la
Escuela de Guerra Naval.
En 1979 fue destinado a Francia a
cargo de la inspección de la construcción
de la corbeta ARA Granville,
la que trasladó al país ejerciendo su
comando en 1981.
Comandó el aviso ARA Gurruchaga, y
la fragata ARA Libertad en su XXI
viaje de instrucción.
Durante la Guerra de las Malvinas se
desempeñó como Jefe de Operaciones
de la Fuerza de Tareas Anfibias
en la Operación Rosario y en las
acciones posteriores de la Flota de
Mar. Fue Jefe del Servicio de Armas y
Jefe de Operaciones del Comando de
Operaciones Navales.
En 1989 pasó a retiro voluntario y
se desempeñó como asesor a la
Fuerza Naval Antártica y como Jefe
de la División Antártida del Estado
Mayor Conjunto.
Es miembro del Comité de Estudios
Antárticos del Consejo Argentino de
Relaciones Internacionales y autor
del libro La Armada Argentina en la
Antártica, tomos I y II.
Fue condecorado con la medalla de
Combatiente en Malvinas otorgada por
el Honorable Congreso de la Nación.
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Como se verá más adelante, la utilización en la reocupación de las Malvinas de ese submarino
nuclear y hasta cuatro más fue lo que condicionó especialmente el balance de
fuerzas navales, negando la actuación, bajo el punto de vista de la aceptabilidad, de la
Flota de Mar en las operaciones posteriores al 2 de abril.
Finalizada la Operación Rosario, la unidades de la Flota de Mar, como estaba previsto, iniciaron
su repliegue a su base de Puerto Belgrano para reabastecerse, reparar averías, especialmente
en los antiguos destructores y el buque tanque, quedando sólo en Puerto Argentino
la corbeta ARA Granville, a efectos de apoyar la instalación de los equipos de comunicaciones
en el Apostadero Naval Malvinas, zarpando de regreso también el 5 de abril.
En esa semana de permanencia en puerto, de acuerdo con las noticias que se tenían
de las rápidas zarpadas de los buques ingleses, desde sus distintas bases al giro que
iban tomando los acontecimientos y el desarrollo de las acciones diplomáticas, se
comenzaron a planificar las posteriores operaciones en que podría actuar la Flota de
Mar, basándose en la instrucciones emitidas por el Escalón Superior, la situación internacional
y regional, particularmente con la República de Chile y teniendo en cuenta las
capacidades del enemigo.
Es de destacar que, para este último punto, nuestra doctrina establece que para la
planificación el Jefe de Inteligencia estudia los medios con que cuenta el posible enemigo,
su estado de alistamiento y en lo posible el adiestramiento de su personal para
el uso correcto de los mismos, pero no tiene en cuenta las intenciones que pueda
tener ese posible enemigo para la utilización o no de los medios a disposición. Aquí
puede surgir a prima facie una aberración doctrinaria que es pensar que los submarinos
nucleares no serían empleados en el Atlántico Sur, por estar destinados a actuar
dentro del ámbito de la OTAN.
No fue éste el caso de las capacidades presentadas en la planificación para las operaciones
posteriores de la Flota de Mar que tuvieron en cuenta a esos poderosos submarinos
pero quedan dudas sobre la real aceptación, por parte del Comandante, que no estaba
del todo convencido de que el Reino Unido pudiera retirar del Atlántico Norte esos submarinos
para llevarlos al sur. Es bastante lógico que así fuera, pues el Contraalmirante
Allara venía de ser en los dos años anteriores el Jefe de la Comisión Naval en Europa con
sede en Londres y conocía muy bien la problemática de la OTAN, y la contribución inglesa
a la constitución de sus fuerzas navales.
No obstante en las capacidades del enemigo para la planificación se tuvieron en cuenta
su existencia y así se presentaron:
Capacidades de la Fuerza Expedicionaria Inglesa
Dos portaaeronaves (Hermes e Invincible), dos destructores clase County, tres destructores
tipo 42, tres destructores tipo 32, tres fragatas tipo Leander, cuatro fragatas tipo 12,
dos fragatas tipo 21, tres submarinos nucleares tipo Swiftswre, dos submarinos convencionales
tipo Oberon, dos buques de asalto tipo Intrepid, dos buques de desembarco
logístico tipo Sir Lancelot, tres petroleros de flota, dos buques de reabastecimiento y dos
transportes. Su grupo aéreo podía tener hasta 20 aviones Sea Harrier y 10 Harrier, 42
helicópteros Sea King y/o Wessex, 12 Sea Lynx y 7 Wasp.
Estas unidades le daban capacidad para asegurar su defensa aérea y obtener la superioridad
aérea sobre Malvinas; en virtud de ambas, tener adecuada libertad de acción
para sus unidades de superficie y su fuerza de desembarco, al minimizar la interferencia
aérea propia y capacidad de desembarcar por helicópteros hasta 1.000 hombres o su
equivalente de carga de 100 toneladas en una noche.
LA FLOTA DE MAR EN LA GUERRA DEL ATLÁNTICO SUR
Esta primera apreciación de inteligencia si bien estuvo bastante acertada en cuanto a los
buques de guerra que formaron realmente la fuerza inglesa, no podía tener en cuenta
todavía la utilización de gran cantidad de buques petroleros (10), cisternas (6) y auxiliares
(remolcadores, ambulancias, de pasajeros para transporte de tropas, roll on roll off,
cargueros, etc.) en general de la marina mercante que elevó la suma total de unidades
que intervinieron a 112.
Este número contrastó fuertemente con las unidades disponibles de la Flota de Mar
argentina, que en base a lo cambiante de la situación estableció una organización flexible
que permitiera responder mínimamente a cada una de las posibles acciones del/o
los enemigos. Para ello se dividió a la Flota de Mar (Fuerza de Tareas 79) en tres grupos
de tareas:
Flota de Mar (Fuerza de Tareas 79)
G.T. 79.1: un portaaeronaves (ARA 25 de Mayo) con su grupo aeronaval embarcado: 8 aviones
Skyhawk A4Q, 4 aviones Traker S2E, 2 aviones Traker S2A, 3 helicópteros H 3 Sea
King y 3 helicópteros AI 03, Alouette, un destructor misilístico tipo 42 (ARA Santísina Trinidad),
tres corbetas misilísticas (ARA Drummond, Guerrico y Granville) y un petrolero de
YPF (Campo Durán).
G.T. 79.2: un destructor misilístico tipo 42 (ARA Hércules), dos destructores tipo Summer
y Gearing (ARA Py y Seguí) y un buque tanque (ARA Punta Médanos).
G.T. 79.3: un crucero (ARA General Belgrano), dos destructores tipo Summer (ARA Piedrabuena
y Bouchard) y un petrolero de YPF (Puerto Rosales).
La misión que se le asignó (quizás un poco optimista, teniendo en cuenta el desbalance
de fuerzas) fue: desgastar, neutralizar o destruir, en oportunidad favorable, unidades del
enemigo, a fin de contribuir a consolidar la zona insular reconquistada, impedir su recuperación
por el oponente y apoyar las acciones del Gobierno Militar.
Para cumplir esta misión, se eligió un modo de acción en el cual la Fuerza se dirigiría a
ocupar posiciones relativas favorables dividiéndola en dos líneas de acción; una compuesta
por los G.T. 79.1 y 79.2 en cercanías del golfo de San Jorge y el G.T. 79.3 en proximidades
a la Isla de los Estados. Este último grupo, atendiendo no sólo las acciones
de la flota inglesa, sino también resguardando el flanco sur, actuando como disuasivo en
el marco regional, ya que no había seguridad con respecto a las intenciones por parte de
los vecinos trasandinos en el caso de un empeñamiento de la flota argentina con los
ingleses. La intención era mantenerse en esas posiciones a la espera de que la evolución
de la situación política y militar indicara el momento oportuno para redesplegarse y
ejecutar las acciones ordenadas.
Aquí es conveniente hacer una aclaración con respecto al adiestramiento de la flota
argentina. En efecto, dada la época del año en que se precipitaron los acontecimientos,
aquél no había alcanzado un nivel óptimo, por lo que en los primeros días y mientras las
unidades se desplazaban para ocupar esas posiciones, para encontrarse en condiciones
de cumplir la misión asignada, ejecutaban ejercitaciones de tiro, operaciones con aeronaves
y antisubmarinas, simulacros de acciones de superficie, de comunicaciones, de
guerra electrónica, lanzamiento de misiles, etc., incluyendo, por primera vez, ejercitaciones
conjuntas con aviones de la Fuerza Aérea.
Cabe destacar el empeño, espíritu de sacrificio y deseos de superación evidenciados
por las planas mayores y tripulaciones de las unidades de la Flota que permitió que la
misma alcanzara en ese corto lapso, en forma acelerada, un nivel de adiestramiento
aceptable.
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Por otro lado, durante estas ejercitaciones comenzaron a notarse algunas falencias en el
estado de funcionamiento de las unidades que luego influirían notoriamente en las acciones
posteriores al 1° de mayo. Entre las más importantes se pueden nombrar:
1. Portaaviones 25 de Mayo: el estado de su sistema de propulsión le permitía sólo
alcanzar una velocidad máxima de 18 nudos, exigua para el lanzamiento de algunos
aviones. Por otra parte, al tener sus ascensores como parte de la cubierta de vuelo,
cuando éstos eran usados para izar o arriar aviones al hangar, quedaba inutilizada
para el lanzamiento o recuperación de aviones. Las frecuentes averías en los motores
de los Tracker obligaban a bajarlos al hangar para su reparación y luego izarlos a la
cubierta de vuelo para su prueba (maniobra que estaba prohibido realizarla dentro del
hangar), por lo que mantenía durante bastante tiempo inutilizada la cubierta de vuelo,
en especial para el lanzamiento de los interceptores listos en cubierta A4Q, para el
caso de un ataque aéreo del oponente.
2. Los destructores Summer y Gearing, remanentes de la Segunda Guerra, también
tenían averías en sus plantas propulsoras, que obligaban a veces a quitarlos de una
cortina y/o disminuir la velocidad de la formación. A altas velocidades su consumo
de combustible obligaba a reabastecerlos aproximadamente cada 48 hs.
3. El reabastecimiento entonces, bastante frecuente de las unidades, debía hacerse con
los tres petroleros, de los cuales sólo el Punta Médanos, también limitado en su velocidad
por frecuentes averías en su planta propulsora, podía entregar combustible a más
de un buque a la vez. Los otros dos pertenecientes a YPF, mercantes de poca velocidad,
tenían sólo una estación de entrega por la popa. Resumiendo, el reabastecimiento de
las unidades era frecuente y complicado lo que originaba que la Fuerza pasara mucho
tiempo efectuando esta maniobra que vulneraba la seguridad antisubmarina y antiaérea
Esta limitación de orden logístico era particularmente determinante en forma negativa para
la planificación de cualquier operación a realizar al este de las Malvinas. Si bien los destructores
tipo Hércules y las corbetas tipo Drummond no necesitaban ser reabastecidos
con tanta frecuencia, cualquier operación más allá del meridiano de las Malvinas, requeriría
por lo menos un reabastecimiento al regreso, con lo que sería necesario destacar un
petrolero a un punto muy peligroso para un buque de lento andar y sin armamento para su
defensa, máxime si se trataba de un buque de YPF, con tripulación civil.
A medida que se conocía por inteligencia los movimientos de la flota inglesa, la Fuerza
79 se desplazaba, en actitud de espera, a nuevas áreas que permitieran ocupar posiciones
relativas favorables para:
1. Materializar una amenaza para la fuerza oponente.
2. Permitir una oportuna proyección ante la decisión de emplear agresivamente los medios.
3. Dificultar el accionar del oponente induciéndolo a dividir su esfuerzo mediante la amenaza
desde distintas direcciones.
Durante la permanencia en las áreas asignadas y en los desplazamientos se efectuaba
exploración aérea antisubmarina y antisuperficie al norte y oeste de Malvinas, hasta una
distancia de 300 millas de la Fuerza mientras los buques ejecutaban acciones de defensa
antisubmarina, seleccionando las derrotas para navegar por zonas de profundidad tal
que entorpeciera el accionar de los posibles submarinos ingleses y mezclándose con
buques pesqueros de la zona, para producir confusión y dificultar el reconocimiento.