Ayer me llegaron 4 ejemplares de la Revista Naval mencionaday que fue un número homenaje a los 30 años del conflicto. Tuve la suerte que me publicaran lo que sigue:
Saber que están ahí.
Eso es importante para uno. Además de la familia de sangre, ellos, tus hermanos de combate
siempre están ahí.
Lo dice el Negro Moyano, integrante de la última pieza. La última pieza de 105 mm que agotó
munición y tiro en fuego directo al enemigo.
https://www.youtube.com/watch?v=9D3cDcH8pxQ
La guerra es una manifestación violenta de cambio en la vida de un ser humano.
No hay otra experiencia humana comparable a lo que se vive en la guerra por lo shockeante
La mayoría de nosotros, no todos, jamás hablamos abiertamente de lo vivido durante la guerra
hasta que pasaron más de 25 años de transcurrida. Hablamos poco, o nada, con la familia cercana
o amigos muy queridos.
Todavía hoy sé de muchos familiares que se enteran de lo que su familiar combatiente vivió por
otros combatientes, pero no por boca del familiar Veterano. Ahora, en algunos momentos, a
veces, no podemos dejar de hablar sobre ella.
No hay día de la vida en que no pensemos muchas veces sobre la guerra y los momentos vividos.
En desear volver el tiempo atrás y corregir las decisiones erradas, los miedos manifestados, las
injusticias cometidas, durante y después de la guerra.
Encontrarte con un compañero de combate o, con alguien que vivió la misma condición de
combatiente en el mismo conflicto, es como descubrir un hermano perdido y te lleva a no querer
perderlo más en tu vida.
El día que me enteré que se iniciaba el conflicto pensé para mí, soy sincero: ¡Qué cagada! Pero
cuando tuve que embarcar con destino posible las Islas, no lo dudé y cumplí con el compromiso
asumido, con temor, con miedo, con incertidumbre con la sola idea de cumplir el cometido y
regresar.
No voy a escribir ninguna apología de la Guerra, la Guerra es una porquería de origen bien
humano. Si, también es una cagada. En la guerra se sufre, se hiere, se mata, se soporta el clima, se
pasa hambre, se agota el cuerpo, se estresa la mente, se muere irremediablemente. Se muere
todo uno o una parte gran parte de tu mente. Nadie sale indemne de la guerra, nadie. El que
regresa indemne es porque no estuvo en el frente de combate, en el pozo de zorro, no recibió
fuego directo del enemigo pero no todo es malo de la guerra.
Tal vez, lo que no es del todo malo no es la guerra si no el hombre. El hombre que más allá de todo
lo malo que se vive en ella, siempre sabe sacar algo útil, algo bueno de lo peor de uno mismo.
Animal gregario por excelencia genera una relación con sus pares humanos que se funde y
amalgama con todos aquellos con los que vivió en riesgo.
No son tus amigos, son tus hermanos.
Quien no combatió, trata de entenderte, el que combatió, sabe. No necesita entenderte, sabe. Se
lo ve en sus ojos, en su calma expresión que te dice que vivió lo que viviste, que no tenés que
explicar nada, que tenés que hacer tu catarsis, que se lo cuentes a lo demás, que él sabe y que te
banca, que el llanto es de hombres y que llorás porque te das cuenta que te estás sacando la
“mochila” y llorás por … no sabés porque llorás. Llorás porque es lo que necesitás en ese maldito
momento. “Si me la banqué allá y ¿ahora lloro acá? Después de tantos años, seré boludo… No,
Negro, no sos boludo estás teniendo tu parto, estás repartiendo tu carga. Te diste cuenta que
ahora lo podés hacer, que no te lo permitiste.
Sentís alivio, levantás la vista y te encontrás con la mirada de admiración cuando quisieras que la
tierra te tragase. Se ve el abrazo venir, la calma deseada.
Sentís que te dicen héroe. No, que héroe, héroe un corno, solo hice lo que tenía que hacer.
¿Tienen idea de las veces que la escuché a esa frase en boca de distintos protagonistas de la
contienda? En todos los condecorados, en casi todos los demás, nadie se considera héroe, solo
haber hecho lo que había que hacer. Eso, también hermana.
Como en una familia, no todo es armonía, hay preferidos y otros que no, pero siempre todos
somos hermanos de combate, hermanos de sangre derramada. Hermanos, al fin.
La guerra iguala
No importa la formación, la jerarquía, el origen social, de formación. Se une por valores
compartidos, por el ejemplo brindado. El liderazgo no se ejerce por jerarquía, se ejerce por el
ejemplo, la dedicación, la responsabilidad y, sobre todo por el carácter y el ánimo.
Una vez pasada la dura experiencia compartida, la guerra nos iguala y, con respeto pero sobre
todo con la confianza de conocernos en profundidad, somos iguales. Somos realmente camaradas.
Lo mío es peculiar en una guerra. Marino mercante, civil como la alpargata, hijo de civiles, el
último marino de la familia fue mi bisabuelo paterno, el Teniente de Navío Don Víctor Fernando
Elizalde, quien participó en el Combate de Obligado, Tonelero, Martín García. Nadie de nuestra
rama, siguió la carrera militar.
Después de él, el siguiente en participar en un conflicto armado fui yo, Malvinas.
Las circunstancias de la guerra hicieron que tuviéramos que abandonar el buque, nos rescatan y
nos trasladan a tierra, a la isla Gran Malvina, Bahía Fox Este.
Por necesidad operativa fuimos los dos oficiales de radiocomunicaciones a colaborar con ellos. Nos
recibieron como amigos, trabajamos codo a codo durante nuestra estadía en Fox, compartimos los
pozos, el agua y la sal. Soportamos el fuego enemigo, juntos.
Después de casi 30 años nos re encontramos, militares, marinos de guerra, marinos mercantes,
Jefes, oficiales, suboficiales y civiles. Nuestra relación es de pares, con respeto, con alegría, con
confianza y con la certeza de que mientras haya dos de nosotros en esta Tierra, no estaremos
solos. Es más, si no existen otros rencores, si estuvimos en el mismo campo de batalla,
probablemente poco importará si combatimos del mismo lado. No tengo dudas, la guerra nos
iguala.
Saber que están ahí.
Eso es importante para uno. Además de la familia de sangre, ellos, tus hermanos de combate
siempre están ahí.
Lo dice el Negro Moyano, integrante de la última pieza. La última pieza de 105 mm que agotó
munición y tiro en fuego directo al enemigo.
https://www.youtube.com/watch?v=9D3cDcH8pxQ
La guerra es una manifestación violenta de cambio en la vida de un ser humano.
No hay otra experiencia humana comparable a lo que se vive en la guerra por lo shockeante
La mayoría de nosotros, no todos, jamás hablamos abiertamente de lo vivido durante la guerra
hasta que pasaron más de 25 años de transcurrida. Hablamos poco, o nada, con la familia cercana
o amigos muy queridos.
Todavía hoy sé de muchos familiares que se enteran de lo que su familiar combatiente vivió por
otros combatientes, pero no por boca del familiar Veterano. Ahora, en algunos momentos, a
veces, no podemos dejar de hablar sobre ella.
No hay día de la vida en que no pensemos muchas veces sobre la guerra y los momentos vividos.
En desear volver el tiempo atrás y corregir las decisiones erradas, los miedos manifestados, las
injusticias cometidas, durante y después de la guerra.
Encontrarte con un compañero de combate o, con alguien que vivió la misma condición de
combatiente en el mismo conflicto, es como descubrir un hermano perdido y te lleva a no querer
perderlo más en tu vida.
El día que me enteré que se iniciaba el conflicto pensé para mí, soy sincero: ¡Qué cagada! Pero
cuando tuve que embarcar con destino posible las Islas, no lo dudé y cumplí con el compromiso
asumido, con temor, con miedo, con incertidumbre con la sola idea de cumplir el cometido y
regresar.
No voy a escribir ninguna apología de la Guerra, la Guerra es una porquería de origen bien
humano. Si, también es una cagada. En la guerra se sufre, se hiere, se mata, se soporta el clima, se
pasa hambre, se agota el cuerpo, se estresa la mente, se muere irremediablemente. Se muere
todo uno o una parte gran parte de tu mente. Nadie sale indemne de la guerra, nadie. El que
regresa indemne es porque no estuvo en el frente de combate, en el pozo de zorro, no recibió
fuego directo del enemigo pero no todo es malo de la guerra.
Tal vez, lo que no es del todo malo no es la guerra si no el hombre. El hombre que más allá de todo
lo malo que se vive en ella, siempre sabe sacar algo útil, algo bueno de lo peor de uno mismo.
Animal gregario por excelencia genera una relación con sus pares humanos que se funde y
amalgama con todos aquellos con los que vivió en riesgo.
No son tus amigos, son tus hermanos.
Quien no combatió, trata de entenderte, el que combatió, sabe. No necesita entenderte, sabe. Se
lo ve en sus ojos, en su calma expresión que te dice que vivió lo que viviste, que no tenés que
explicar nada, que tenés que hacer tu catarsis, que se lo cuentes a lo demás, que él sabe y que te
banca, que el llanto es de hombres y que llorás porque te das cuenta que te estás sacando la
“mochila” y llorás por … no sabés porque llorás. Llorás porque es lo que necesitás en ese maldito
momento. “Si me la banqué allá y ¿ahora lloro acá? Después de tantos años, seré boludo… No,
Negro, no sos boludo estás teniendo tu parto, estás repartiendo tu carga. Te diste cuenta que
ahora lo podés hacer, que no te lo permitiste.
Sentís alivio, levantás la vista y te encontrás con la mirada de admiración cuando quisieras que la
tierra te tragase. Se ve el abrazo venir, la calma deseada.
Sentís que te dicen héroe. No, que héroe, héroe un corno, solo hice lo que tenía que hacer.
¿Tienen idea de las veces que la escuché a esa frase en boca de distintos protagonistas de la
contienda? En todos los condecorados, en casi todos los demás, nadie se considera héroe, solo
haber hecho lo que había que hacer. Eso, también hermana.
Como en una familia, no todo es armonía, hay preferidos y otros que no, pero siempre todos
somos hermanos de combate, hermanos de sangre derramada. Hermanos, al fin.
La guerra iguala
No importa la formación, la jerarquía, el origen social, de formación. Se une por valores
compartidos, por el ejemplo brindado. El liderazgo no se ejerce por jerarquía, se ejerce por el
ejemplo, la dedicación, la responsabilidad y, sobre todo por el carácter y el ánimo.
Una vez pasada la dura experiencia compartida, la guerra nos iguala y, con respeto pero sobre
todo con la confianza de conocernos en profundidad, somos iguales. Somos realmente camaradas.
Lo mío es peculiar en una guerra. Marino mercante, civil como la alpargata, hijo de civiles, el
último marino de la familia fue mi bisabuelo paterno, el Teniente de Navío Don Víctor Fernando
Elizalde, quien participó en el Combate de Obligado, Tonelero, Martín García. Nadie de nuestra
rama, siguió la carrera militar.
Después de él, el siguiente en participar en un conflicto armado fui yo, Malvinas.
Las circunstancias de la guerra hicieron que tuviéramos que abandonar el buque, nos rescatan y
nos trasladan a tierra, a la isla Gran Malvina, Bahía Fox Este.
Por necesidad operativa fuimos los dos oficiales de radiocomunicaciones a colaborar con ellos. Nos
recibieron como amigos, trabajamos codo a codo durante nuestra estadía en Fox, compartimos los
pozos, el agua y la sal. Soportamos el fuego enemigo, juntos.
Después de casi 30 años nos re encontramos, militares, marinos de guerra, marinos mercantes,
Jefes, oficiales, suboficiales y civiles. Nuestra relación es de pares, con respeto, con alegría, con
confianza y con la certeza de que mientras haya dos de nosotros en esta Tierra, no estaremos
solos. Es más, si no existen otros rencores, si estuvimos en el mismo campo de batalla,
probablemente poco importará si combatimos del mismo lado. No tengo dudas, la guerra nos
iguala.