Si bien no es noticia sobre los VGM, como no encontre otro lugar donde colocarlo lo meti aca (si algun adm lo quiere mover, hagalo tranquilo...), queria aprovechar y dejarles la nota que postée en el grupo de FB la semana pasada.
Saludos para todos.
Releyendo una nota sobre los hombres que combatieron en la batalla de Curupaytí (Guerra de la Triple Alianza) hace exactamente 145 años, no pude evitar trazar un paralelismo entre quienes hace 29 años experimentaron las condiciones de un campo de batalla con tan sólo tener como meta defender lo que llamamos "patria", ese "algo" abstracto que nos hace emocionar y sentir diferente en diversas situaciones.
Automáticamente me acordé de mis amigos veteranos y de las madres de los caídos, y quería aprovechar para compartir parte de esa nota, transcribiendo estas lineas escritas exactamente hace 145 años con uds, también como un pequeño homenaje a aquellos que desde hace 200 años pusieron el pecho por la patria a cambio de gloria, honor y patria.
Un gran abrazo,
German.
22 de septiembre de 1866.
Querida Madre:
La guerra es un juego de azar. La suerte puede sonreír o abandonar al que se expone al plomo enemigo. Lo que a uno lo sostiene es el pensamiento del mañana: la ambición de un destino brillante. Esta ambición y la santa misión de defender a mi patria, me da una fe inquebrantable en mí y en el camino que he tomado. ¿Qué es la fe? No puedo explicarlo, pero me basta con tenerla. Y si el presentimiento de que no caeré en combate es sólo una ilusión que me permite tener coraje y cumplir con mi deber, te pido madre que no sientas mi pérdida hasta el punto de dejarte vencer por el dolor. Morir por la patria es darle a nuestro nombre un brillo que nada borrará, y no hay mujer más digna que aquella que, con heroica resignación, envió a la batalla al hijo de sus entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones venideras el legado de nuestro sacrificio. Pero dejemos aquí estas líneas, que esta carta empieza a parecer una carta póstuma.
Hoy es 22 de septiembre de 1866. Son las diez de la mañana. Las balas de grueso calibre estallan sobre el batallón. ¡Adiós madre mía!"
Capitan Domingo Fidel Sarmiento
"...A las cuatro de la tarde, los batallones argentinos eran sólo un puñado de hombres casi sin jefes ni oficiales que los comandasen, pues la mayoría estaban muertos o heridos. Los clarines de todos los Cuerpos del Ejército Argentino repitieron el triste toque, y mientras las banderas volvían hechas jirones - sostenidas en algunos casos por suboficiales y soldados, pues quienes las habían hecho tremolar al comenzar la acción yacían en las trincheras..."
Abanderados de la talla del que portaba la enseña del "3 de Oro"...
Abanderados como el Subteniente Mariano Grandoli, de 17 años, el cual el día anterior a morir supo escribir a su madre:
"El argentino de honor debe dejar de existir antes de ver humillada la bandera de la Patria. Yo no dudo que la vida militar es penosa, pero, ¿qué importa si uno padece defendiendo los derechos y la honra de su país? Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron."
Una entrega, un valor, un reconocimiento que quedó plasmado en las mismas palabras del Jefe de los Guardias Nacionales donde revistaba Grandoli:
“Salió con catorce balazos, perdiendo la vida quien la llevaba tan dignamente y retirándose toda su escolta, sus distinguidos todos heridos. Hecha pedazos como está y manchada con la sangre del intrépido subteniente 1º de bandera D. Mariano Grandoli, tal vez no la conozcan más las señoritas que la trabajaron; sírvase decirles a ellas que en al ataque del 22 fue la primera bandera que flameó contra la trinchera, mediante haber sido el batallón para servir de vanguardia a todo el ejército argentino.
Sírvase decir a las señoritas que bordaron la bandera, no se olviden de los que quedaron en Curupaytí que tal vez ellos recordaran de ellas por el tanto arrojo que hubo”
Saludos para todos.
Releyendo una nota sobre los hombres que combatieron en la batalla de Curupaytí (Guerra de la Triple Alianza) hace exactamente 145 años, no pude evitar trazar un paralelismo entre quienes hace 29 años experimentaron las condiciones de un campo de batalla con tan sólo tener como meta defender lo que llamamos "patria", ese "algo" abstracto que nos hace emocionar y sentir diferente en diversas situaciones.
Automáticamente me acordé de mis amigos veteranos y de las madres de los caídos, y quería aprovechar para compartir parte de esa nota, transcribiendo estas lineas escritas exactamente hace 145 años con uds, también como un pequeño homenaje a aquellos que desde hace 200 años pusieron el pecho por la patria a cambio de gloria, honor y patria.
Un gran abrazo,
German.
22 de septiembre de 1866.
Querida Madre:
La guerra es un juego de azar. La suerte puede sonreír o abandonar al que se expone al plomo enemigo. Lo que a uno lo sostiene es el pensamiento del mañana: la ambición de un destino brillante. Esta ambición y la santa misión de defender a mi patria, me da una fe inquebrantable en mí y en el camino que he tomado. ¿Qué es la fe? No puedo explicarlo, pero me basta con tenerla. Y si el presentimiento de que no caeré en combate es sólo una ilusión que me permite tener coraje y cumplir con mi deber, te pido madre que no sientas mi pérdida hasta el punto de dejarte vencer por el dolor. Morir por la patria es darle a nuestro nombre un brillo que nada borrará, y no hay mujer más digna que aquella que, con heroica resignación, envió a la batalla al hijo de sus entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones venideras el legado de nuestro sacrificio. Pero dejemos aquí estas líneas, que esta carta empieza a parecer una carta póstuma.
Hoy es 22 de septiembre de 1866. Son las diez de la mañana. Las balas de grueso calibre estallan sobre el batallón. ¡Adiós madre mía!"
Capitan Domingo Fidel Sarmiento
"...A las cuatro de la tarde, los batallones argentinos eran sólo un puñado de hombres casi sin jefes ni oficiales que los comandasen, pues la mayoría estaban muertos o heridos. Los clarines de todos los Cuerpos del Ejército Argentino repitieron el triste toque, y mientras las banderas volvían hechas jirones - sostenidas en algunos casos por suboficiales y soldados, pues quienes las habían hecho tremolar al comenzar la acción yacían en las trincheras..."
Abanderados de la talla del que portaba la enseña del "3 de Oro"...
Abanderados como el Subteniente Mariano Grandoli, de 17 años, el cual el día anterior a morir supo escribir a su madre:
"El argentino de honor debe dejar de existir antes de ver humillada la bandera de la Patria. Yo no dudo que la vida militar es penosa, pero, ¿qué importa si uno padece defendiendo los derechos y la honra de su país? Mañana seremos diezmados, pero yo he de saber morir defendiendo la bandera que me dieron."
Una entrega, un valor, un reconocimiento que quedó plasmado en las mismas palabras del Jefe de los Guardias Nacionales donde revistaba Grandoli:
“Salió con catorce balazos, perdiendo la vida quien la llevaba tan dignamente y retirándose toda su escolta, sus distinguidos todos heridos. Hecha pedazos como está y manchada con la sangre del intrépido subteniente 1º de bandera D. Mariano Grandoli, tal vez no la conozcan más las señoritas que la trabajaron; sírvase decirles a ellas que en al ataque del 22 fue la primera bandera que flameó contra la trinchera, mediante haber sido el batallón para servir de vanguardia a todo el ejército argentino.
Sírvase decir a las señoritas que bordaron la bandera, no se olviden de los que quedaron en Curupaytí que tal vez ellos recordaran de ellas por el tanto arrojo que hubo”