MISIÓN MALVINAS - BANDA DE HERMANOS



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Este foro reune a quienes compartimos la Pasión por Malvinas. Veteranos de Guerra y simples ciudadanos que nos sentimos orgullosos de esta Gesta y nuestra Patria.


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J@vier63
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HernanF1
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    Participación civil en el conflicto.

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    Participación civil en el conflicto. Empty Participación civil en el conflicto.

    Mensaje por HernanF1 Mar Feb 21, 2012 6:50 pm

    Malvinas: cuatro exóticos viajes a Libia, esquivando radares de la OTAN.

    La última etapa de la Operación Aerolíneas fue la más arriesgada. Los pilotos ocultaban información, pero eran controlados por otros países en pleno vuelo. Kadafi entregó armamento a pedido de Galtieri.

    Los vuelos a Libia fueron la etapa crucial de la serie de viajes a Medio Oriente en aviones comerciales de Aerolíneas Argentinas, para conseguir armamento durante el conflicto por las Islas Malvinas. La guerra avanzaba con toda crudeza, y por presión de los Estados Unidos y Gran Bretaña a la dictadura se le volvía imposible conseguir material bélico en el mercado occidental. Las gestiones para adquirir los valiosos misiles Exocet en Francia habían fracasado. Era momento de mirar hacia el lado Este del mundo.
    El régimen de Muammar Kadafi y la Junta Militar cerraron un acuerdo armamentístico el 14 de mayo de 1982, y de inmediato un grupo de agentes argentinos se instaló en Trípoli para recibir los aviones de Aerolíneas y comenzar con los despachos de misiles y minas terrestres, entre otros elementos. A la cabeza, como enlance, se hallaba un teólogo tucumano especialista en el Corán llamado Eduardo Sarme. Se presentaba como el “Doctor Alberto” y era el nexo con los libios por la sencilla razón de que hablaba árabe a la perfección. Algunos años después, en democracia, el canciller radical Dante Caputo lo señalaría, llanamente, como un traficante de armas.
    El primer vuelo a Libia partió de Ezeiza a las 22.50 del 27 de mayo. Luis Cuniberti, el comandante a cargo, recuerda que no supo a dónde viajaba hasta que el Boeing 707 estuvo en el aire. “Antes de salir –cuenta–, un hombre se presenta como agente de inteligencia de la Fuerza Aérea. ‘Vuelo con ustedes’, me dice. Le pregunto a dónde. ‘Usted despegue’, me dice. Despego, estabilizo el avión y le pido directivas. Como quien dice vamos a Quilmes, suelta: ‘A Trípoli’.”
    Hicieron escala en Recife. Cargaron combustible. Siguieron viaje. Empezaron los problemas.
    “Íbamos callados, cuando nos empezó a llamar el control de Canarias. Insistían, pero la orden era no hablar. Despierto al agente y le cuento lo que pasa. Me dice que avance sin contestar. Pero insistían. Tomamos contacto y nos dicen que Marruecos no da autorización para atravesar su espacio aéreo. Que nos van a interceptar. El de inteligencia pide que sigamos. Pasamos Canarias y, antes de entrar a Marruecos, veo estelar dos cazas marroquíes. Chau, se complicó todo. Ahora el de inteligencia tenía más ganas de volver que nosotros. Me dice que volvamos a Recife. Una locura. Ya habíamos pasado el punto de no retorno. Le digo: ‘A partir de este momento, yo asumo la operación total del vuelo’. Aterricé en Canarias. Dos tripulantes pidieron no seguir participando de la operación. Seis horas y media después, consigo las autorizaciones para volar a Trípoli.”
    El vuelo AR 1410 aterrizó en la capital libia a las 20.15 del 28 de mayo. El avión fue remolcado hasta un hangar inmenso donde había cargueros soviéticos de todo tipo y luego a los tripulantes los trasladaron hasta una base militar subterránea. En ese lugar, Cuniberti “vio” Malvinas. “Era una sala de operaciones que recibía, a través de antenas parabólicas información de todo lo que pasaba, especialmente desde Rusia”, relata el comandante.
    En un comedor los esperaba la elite militar local. Cuniberti siempre tuvo vocación católica. Durante sus años de piloto, en su maleta de vuelo nunca faltó un brevario con oraciones. Hoy es diácono. “En el comedor –sigue– me sientan a la derecha del comandante en jefe. El militar pide permiso, a través del doctor Alberto, que era el intérprete, para bendecir la mesa por el rito musulmán. Cuando termina le digo si me permite bendecirla según el rito católico. Casi me cagan a patadas por hacer algo que estaba fuera de protocolo. Terminó la cena y nos fuimos a dormir.”
    El 29 de mayo estaba todo listo para partir. El avión había sido cargado con misiles soviéticos Sam 6 y 7 y no quedaba espacio libre. Antes de subir, los libios hicieron formar a la tripulación y les tomaron fotos. Cuniberti voló a Canarias y luego se lanzó a cruzar el Atlántico con siete toneladas de exceso. Previa escala en Recife, arribó a la Brigada Aérea de Palomar a las 12.55 del 29 de mayo, donde fue recibido con bombos y platillos.
    Ahora el mecanismo parecía aceitado. Ese mismo día, los comandantes Leopoldo Arias, de 48 años, y Juan Carlos Ardalla, de 42, partieron a Trípoli. La particularidad de este vuelo es que la estadía en Libia sería más larga. Había un problema: les decían que Kadafi estaba en el desierto y que para que las armas salieran sólo él podía dar el OK. “El doctor Alberto era el nexo en Trípoli y estaba muy conectado con un obispo de Tucumán, con el cual Galtieri tenía mucha afinidad”, agrega Arias.
    Arias recuerda otra vez un banquete. Una mesa grande, militares a cada lado, el sopor del aire. La bendición de los alimentos, la falta de información. “Nos daban unos libros de color verde, que después supimos que era el Libro Verde de Kadafi, en árabe y en inglés. Y estábamos ahí, en nuestras habitaciones, mirando televisión. De a ratos venía Sarme y nos decía que la cosa iba bien.” Pasaban las horas, se iban a dormir, se levantaban, no sucedía nada. “Un día viene Sarme, casi llorando de emoción, me agarra y me dice: ‘Comandante, comandante, lo conseguimos, tenemos las armas, salimos esta noche.’ No pregunté nada y comencé a prepararme.”
    Una de las fotos que ilustran esta seria de notas muestra al comandante Juan Carlos Ardalla acomodando cajas de explosivos en el fuselaje del avión, antes de dejar Trípoli. “Cuando comenzó la carga –recuerda Ardalla– nosotros ayudamos a distribuirla para que la nave quede balanceada. Estos tipos traían los cajones y nadie pesaba nada. Así que un poco metimos mano para que el avión no se cayera de cola”. Arias recuerda un chiste: “Nunca trajimos tantas minas en un avión”. Después, más serio, agrega: “Volamos por fuera de la aerovía. O sea, declarábamos una posición, pero estábamos en otra para no ser detectados, y así pudimos llegar a Brasil”. El vuelo AR 1440 aterrizó cargado de misiles esa misma mañana en la base aérea de El Palomar. No había tiempo que perder. Allí esperaba Jorge Prelooker para tomar la posta y llevar el mismo avión hasta el Sur del país.
    El quinto y el sexto vuelo se cruzaron en el aire. Ahora volaba hacia Trípoli el comandante Gezio Bresciani y el operativo funcionaba, a pesar de que la rendición argentina estaba cerca. Esta vez, Bresciani no partió con el avión vacío: tuvo que llevar regalos especiales de Galtieri para Kadafi (ver Las manzanas...). Al llegar, se encontró con una sorprendente recepción. “En una de esas aparecen dos autos, con gente de civil en saco y corbata. Venía, además de un coronel libio, el embajador argentino en Libia, Sarme y dos tipos más. Nos dicen que podemos bajar del avión con nuestro equipaje. Bajamos las escaleras, viene el coronel y nos pide que nos quitemos todo lo que fuera aspecto de aviador. Hacía calor”.
    Antes de subir a los autos, Sarme los saludó:
    –Yo soy Alberto –les dijo– vayan tranquilos, después hablamos.
    La tripulación salió de la base en dos autos por una ruta que atravesaba una zona semidesértica. Las casas eran todas iguales: cubos de dos niveles, alguna ventana. Llegaron a la periferia de una ciudad y fueron conducidos hasta una fortaleza de paredes altas. “Era un aguantadero militar, con una residencia importante dentro. Fuimos llevados por un pasillo, donde había dormitorios a cada lado. Nos dijeron a tal hora se come, a tal hora se desayuna, a tal hora se reza. Bajamos a comer. Había un living grande, donde nos encontramos con el doctor Alberto. Venían mozos, te servían. Buen servicio, buena vajilla. Nada de alcohol. Un jugo de frutos intomable. Antes de comenzar, Sarme bendijo la mesa en árabe y luego dijo: ‘Por favor comandante, bendígala usted’. Me negué cortésmente a hacerlo y todo siguió adelante con normalidad. Pero no se hablaba de la carga. Al lado de donde estábamos había una mezquita y esta gente se juntaba rezar dos o tres veces por día a todo volumen. La primera vez que lo escuchamos estábamos durmiendo y salimos de las habitaciones exaltados. No estábamos relajados. No nos decían nada sobre la misión.”
    Sarme les dijo que la operación se estaba demorando porque no llegaban las armas. Dos días completos en ese lugar. La primera noche les dieron el libro verde de Kadafi. Había también un televisor pequeño en cada habitación, pero la programación no ofrecía variantes: sólo pasaban desfiles militares. Un traductor, en los ratos libres, les enseñaba algo de árabe y a ellos les resultaba entretenido aprender a escribir su nombre.
    Esa misma noche, el embajador argentino en Libia los invitó a cenar en su casa. Los mandaron a buscar en dos autos y conocieron Trípoli. La impresión de Bresciani era que lo fastuoso en aquel lugar estaba relacionado con las construcciones militares o religiosas y que todo lo demás tenía un aspecto precario. Presenciaron un desfile militar, al parecer, algo habitual en las calles de aquella ciudad. Llegaron a destino. “La casa del embajador era una casa de clase media como si te dijera de Villa Martelli. Nos recibió junto a su esposa y a un militar argentino. La mujer había preparado arroz con arvejas y había vino porque los diplomáticos iban dos veces por semana a Roma y les permitían tenerlo en su casa. Nos explicó una serie de cosas sobre la identidad cultural y nada más. Volvimos al cuartel a dormir, sin saber todavía nada sobre la carga”.
    Al día siguiente, el doctor Alberto les comunicó que el avión partiría por la tarde. “Cuando llegamos al aeropuerto, estaba en la mitad de su capacidad porque no habían llegado todas las armas que se esperaban. La operación no había salido del todo bien. Pero tenía como novedad dos pasajeros argentinos, un coronel de apellido Caridi y un mayor de la Fuerza Aérea, el que había llevado Cuniberti en el primer viaje”, cuenta.
    El vuelo AR 1416 despegó desde Trípoli a las 19.35 del 6 de junio de 1982. El avión sobrevoló el Mediterráneo y cortó a través de Casablanca. “Seguí volando, pero tuve que mentir posiciones porque la ruta estaba cargada de tráfico y porque sabíamos que en el Atlántico la cosa estaba pesada. Luces apagadas, silencio de radio. En la frecuencia escuchábamos mucha conversación en inglés británico. Llegamos a Recife y ahí quisieron subir al avión unos militares. Pero no dejamos entrar a nadie. Llegamos a Palomar a las 11.05 y enseguida supimos que en las islas la mano venía mal”. Otro cruce aéreo: el mismo 6 de junio, el vuelo AR 1440 con destino final Trípoli partió de Ezeiza a Recife. “Fue un vuelo perfecto, llegamos a Libia sin problemas”, recuerda Mario Bernard, el comandante.
    En el aeropuerto local los esperaba Sarme. “Nos recibió –sigue– junto a hombres de Kadafi. Nos dijo que las armas que Bresciani no había recibido ya habían llegado y nos pidió que un técnico de vuelo y el comisario se quedaran para controlar la carga. Nos metieron en unas limusinas negras con vidrios polarizados. El traductor iba sentado adelante. Y recuerdo que pasamos frente al Palacio de Kadafi y se detuvieron para mostrárnoslo. El traductor en buen inglés me dijo que Kadafi estaba orando en el desierto. Recuerdo que era descomunal, todo amurallado. A lo largo de toda esa muralla había tanques semienterrados en fosas de las que sólo sobresalían la torreta y el cañón.”
    Llegaron a la residencia donde estarían alojados y fueron recibidos por el embajador argentino en Libia. “Ese día nos acompañó todo el tiempo. Primero nos llevaron a almorzar. Una mesa fantástica, donde se comió un cordero y hubo discursos. En el medio de la mesa, habían diseñado con flores celestes y blancas una bandera argentina. Sarme decía que Dios y Alá nos habían enviado a pelear contra el demonio y hablaba de Inglaterra como si fuera Satanás y también me acuerdo que había copitas de distintos colores y yo pensaba que era vino, pero no: eran como jugos de frutas, bebidas como esas que venden ahora. Pasamos una tarde tranquila, conversando con el embajador, que nos hablaba de lo difícil que era estar ahí, por las diferencias culturales y esas cosas”.
    El embajador fue claro. Lo miró fijo a Bernard y al resto y les advirtió que no podían salir ni siquiera al jardín. “Nosotros estábamos alojados en una casa militar, con jardines muy lindos y un palacio llamativo en el centro. Pasamos la noche y al otro día nos vinieron a buscar y nos encontramos con una sorpresa: el comisario de nuestro avión estaba detenido porque lo habían agarrado sacando fotos. No le pegaron, pero le destrozaron la cámara y la película. Y lo llevaron a un alojamiento normal, con un centinela en la puerta. El avión estaba cargado. Pero el espacio que había entre la carga y el techo te permitía llegar hasta el fondo solo arrastrándote. Partimos con la indicación de volar bajo, tirándonos hacia Marruecos, para evitar los radares de la OTAN”.
    Los inconvenientes, en el aire. Habla Bernard: “Viene el comisario de a bordo y me dice: ‘No quiero alarmarlos, pero siento explosiones en la cola del avión’. Bueno, se armó una discusión, quién va, quién no. Yo era el comandante así que me saqué el cinturón y fui, acompañado por el comisario. Fuimos arrastrándonos. Y se escuchaban explosiones bastante fuertes. Cuando llegué, confirmé lo que pasaba. Las cajas de madera que contenían las minas, al tomar altura el avión, por la presión, empezaron a reventar. Me calmé. Pero no tanto. La nave estaba llena de espoletas”
    Recife fue un trámite. Palomar, última escala, fin de la operación. Sin pompas ni aplausos. El horizonte no era bueno. “Fue el último vuelo porque ya la cosa estaba mal para nosotros en las islas –recuerda Bernard–. El material llegó al Sur, pero la mayor parte no viajó a las islas porque ya estaba todo bombardeado.” Lo que empezaba, entonces, era el fin de la guerra, la derrota. Y para los siete pilotos de Aerolíneas Argentinas se iniciaba un período de silencio, de 30 años de silencio, con una historia que los enorgullece y que hoy, por fin, decidieron compartir.

    Fuente: Clarín por Gonzalo Sánchez 21/02/2012
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    Mensaje por ELTORNADOBLANCO Mar Feb 21, 2012 7:33 pm

    Muy buena
    Gracias por subirla
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    Mensaje por Diego R Mar Feb 21, 2012 11:47 pm

    Que buen informe, sabia de la operacion pero ignoraba los detalles, gracias por el laburo.
    Saludos.
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    Mensaje por J@vier63 Miér Feb 22, 2012 8:28 am

    Mira vos! gracias
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    Mensaje por Tordillo_c222 Miér Feb 22, 2012 7:08 pm

    Excelente informe.
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    Mensaje por HernanF1 Miér Mar 07, 2012 9:11 pm

    Otros civiles, pero franceses en este caso, participaron ampliamente en la puesta a punto de los sistemas de armas Super Etendard y Exocet.
    Fueron los técnicos de Sagem, Dassault, Snecma y Matra.
    Una parte de la historia la subí recientemente a mi blog:

    http://www.malvinasdata.blogspot.com/2012/03/material-frances-en-malvinas-los.html

    Material francés en Malvinas: los aviones Super Etendard y el misil antibuque Exocet.

    «Una discusión ocurre entre H.C., jefe de la misión, X.G., su especialista en electrónica para los sistemas de armas de los Super Etendard, y yo, especialista en electrónica para la central inercial Sagem, cuenta nuestro testigo C.L. Comprendo que H.C. y X.G. ya se pusieron de acuerdo para tratar de realizar sólos las pruebas de validación de los Exocet. Ellos me piden mi opinión porque no conocen bien el nuevo sistema ULISS 80 del Super Etendard argentino: «Hemos ido a ver esta mañana al comandante Colombo para proponerle nuestros servicios y él está de acuerdo. ¡Te queda a vos decidir! Si aceptas, andá a decírselo. Si no, lo intentaremos sólos…»
    (Continúa...)
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    Mensaje por rodrigocarra Miér Mar 07, 2012 9:50 pm

    Muy bueno el artículo y gracias Hernan por la traducción.
    Saludos
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    Mensaje por HernanF1 Jue Abr 26, 2012 3:07 pm

    Malvinas: revelan que pilotos civiles de Aerolíneas realizaron vuelos secretos en busca de armas.

    El periodista Gonzalo Sánchez habló por primera vez con los pilotos civiles que fueron a buscar armamento a Tel Aviv, Ciudad del Cabo y Libia durante la guerra; lo cuenta en su libro.

    En el libro Malvinas. Los vuelos secretos, el periodista del diario Clarín Gonzalo Sánchez consigue por primera vez el testimonio de los pilotos de Aerolíneas Argentinas que realizaron siete vuelos clandestinos a Tel Aviv, Ciudad del Cabo y Libia en busca de armas para las tropas que peleaban en Malvinas.

    Participación civil en el conflicto. CargadearmasMLV1982enAA

    ¿Cómo te enteraste de la historia de los vuelos?
    Surge a partir de una fuente, que me contó que estaban dando vuelta estos tipos y querían hablar. Yo en ese momento no era un especialista en Malvinas y tampoco lo soy ahora. Me junté con ellos en la oficina de un amigo mío en común y me dicen: "Nos conocemos desde hace mucho tiempo, tenemos nuestras cuestiones juntos y en las últimas reuniones que hicimos nos pareció propicio, a 30 años de Malvinas, que esto se supiera. Queremos contarle la historia a un periodista y que el periodista la escriba". Les dije que la potencia estaba en que ellos pusieran la cara, que por primera vez cuenten la historia. Lo que tiene valor es que ellos por primera vez hablen.
    De hecho a mí me contaron que había algunas menciones a los vuelos. El Tata Yofre, en su libro 1982 , le dedica tres párrafos a la cuestión de que se usaron aviones de Aerolíneas para buscar armas a Libia y Tel Aviv. Y hay algunas otras menciones en una investigación de la revista Somos y en la Historia de las Relaciones Internacionales Argentinas de Carlos Escudé. Menciones a que se usaron aviones para buscar armas y de que Khadafy e Israel ayudaron a la Argentina en la guerra. Nada más. Se conocía eso, pero nunca los pilotos habían hablado. Ese es el valor de esta historia.
    Entonces traté de generar un escenario de confianza para que los tipos pudieran hablar más y más. Mi compromiso con ellos fue básicamente que los iba a cuidar, ser fiel a lo que me narraran. Y que mi trabajo iba a consistir en trabajar el contexto histórico para poder comprender por qué hicieron lo que hicieron.

    ¿Por qué los pilotos se decidieron a contar todo?
    Los vuelos que ellos hicieron figuran como "vuelos de guerra" en los registros de la Fuerza Aérea, eran vuelos secretos y nunca se publicitaron por las características propias de la investigación. Se mantuvo el secreto por largo tiempo. Ellos se estaban reuniendo, estaban siendo parte de este proceso de los 30 años. Habían recibido condecoraciones en 1990. El más joven tiene 71 años y el más grande 82. Yo no sé si es una cursilería esto, pero tienen la idea de que está terminando la vida y el hecho que ellos protagonizaron estaba en una nebulosa. Quieren que la historia se sepa. En las FFAA se sabía esto, pero había adquirido un nivel tan alto de confidencialidad que seguía siendo un secreto. Solo uno de ellos tiene un origen militar y en aquella época era común. También sienten que es un buen momento para que se sepa.

    ¿Alguno de los pilotos dudó en realizar los vuelos?
    Sí, hubo de todo. Según cuentan los pilotos, fue una convocatoria, no una orden, no los obligaron. Cada uno podía aceptar o no. Muchos se negaron. Y siguieron trabajando. Y hay hasta un caso, de uno que se negó y después se arrepintió, quiso participar Pero le dijeron que no. Incluso hubo dos tripulantes que estando en un vuelo a Libia se declararon en rebeldía y decidieron no seguir adelante, se bajaron en Las Palmas, en islas Canarias, no era algo sencillo. Los tipos podían estar tranquilamente viajando a Miami...

    ¿Por qué aceptaron?
    Según ellos, la cuestión Malvinas toca un nervio patriótico, y es eso. No hay mucho más. Se involucraron porque era el trabajo que hacían ellos. Ir en avión hasta un lugar y traerlo con carga. Ellos hacían vuelos de carga también, además de de pasajeros. Lo que pasa es no había seguros e iban a estar volando en medio de la guerra. Les tocó algo interno, algo patriótico.

    ¿Corrieron peligro real de ser derribados?
    Yo investigué episodios. ¿Existen en el mundo antecedentes de aviones civiles derribados? Y sí, existen. Incluso está el caso de un avión argentino en el contexto de la guerra Irán-Irak, a comienzos de la década del 80. Había una empresa chiquita, que se llamaba Aerotransportes Entre Ríos, que volaba de Buenos Aires a Israel haciendo traslados de mercadería. En Tel Aviv, cargan un avión con armas y sale rumbo a Irak. Lo detecta la Unión Soviética, lo hacen desviar y lo derriban con un misil. Nunca se supo nada. Ahí iban cuatro pilotos argentinos civiles.
    Y después durante la guerra de Malvinas, hay dos casos, que están descriptos en otro libro, en las memorias de Sandy Woodward, jefe de la Royal Marine. El cuenta que la Fuerza Aérea argentina tenía Boeings de carga. El cuenta que detectaron un avión raro, lo dejan pasar y la noche siguiente lo vuelven a detectar. Y se genera una sospecha de que era un avión militar. El pide autorización para voltearlo, pero vacila. Le dan luz verde, pero por alguna razón el tipo decide no hacerlo. Y al otro día determinan que era un avión de Varig que venía con pasajeros de Durban a Río de Janeiro. Podrían haber volado un avión de pasajeros. Una locura.

    Se supone que la tecnología para detectar los aviones de Aerolíneas la tenían. ¿Pensás que tomaron la decisión de no bajarlos?
    Me parece que influyeron razones políticas, como dicen los pilotos. No quisieron tirar abajo un avión aerocomercial. A mí me cuesta creer que no tuvieran la data de que transportaban armas. Esta historia transcurre durante la Guerra Fría, en un momento en que los servicios de inteligencia están aceitados como nunca. Todo se sabía. Por otro lado, Khadafy, un líder tercermundista en crecimiento que descansaba sobre una montaña de armas de la URSS, debía estar vigilado. Supongo que fue un acierto, en medio de la marea de desaciertos que fue la guerra, usar aviones de Aerolíneas.

    ¿También los vuelos eran peligrosos por el cargamento que llevaban, no?
    Les cargaban el avión y ellos acomodaban las armas para que quedara balanceado. Los despegues fueron todas proezas. El avión volaba mucho tiempo a 300 pies, una locura. Eran tremendos aviones cargados con 37 toneladas de armas.

    ¿Ellos pensaban que se podía ganar la guerra?
    Un rasgo de todos es que estaban jugados en la misión, no se hacían preguntas ni medían riesgos. Hacían su laburo. El vuelo a Ciudad del Cabo es tenso porque salen al otro día del hundimiento del Belgrano.

    ¿La sociedad en su momento se sintió engañada tras la guerra. ¿Ellos tienen ese sentimiento de haber sido manipulados?
    Creo que tienen un poco esa contradicción que tenemos todos. Pero no se sienten usados. Consideran que eran los que tenían que hacerlo. Son re patriotas. Tampoco se consideran héroes, que son los combatientes. Ellos pusieron su granito de arena.

    Participación civil en el conflicto. PilotoenLibiaMLV1982

    ¿El hecho de ir a buscar armas a países como Libia y Sudáfrica revela la improvisación con que se fue a la guerra?
    Sí. Eso es lo más interesante. Y tiene su explicación. Era una dictadura que se proponía casi como una sucursal de Washington, que era un enclave de Estados Unidos en el sur, que ofrecía entrenamiento antiterrorista, que se jugaba todo por las políticas regionales de EE.UU. y que creyó que este país se iba a declarar neutral, sin observar que tenía una alianza estratégica con Gran Bretaña. Unos delirantes absolutos, a tal punto que terminaron claudicando ideológicamente porque aceptaron armas de los comunistas, una vez que fueron bloqueados por Occidente.
    Lo de Israel es un tema aparte, porque el entonces presidente Jimmy Carter había restringido la compra de armas a las dictaduras latinoamericanas. Ese contexto fue aprovechado por Israel, que empezó a abastecer a las dictaduras de América Latina. Los dos primeros vuelos a Tel Aviv fueron para buscar armas que ya estaban compradas. Es distinto a lo de Libia. Washington luego le pide a Israel que corte el tráfico.

    ¿Por qué fracasa el vuelo a Sudáfrica?
    Cuando comienza la guerra, Buenos Aires se llena de traficantes de armas que hacían ofertas. El piloto Ramón Arce dice que se solía ver a Monzer al Kassar y a Diego Palleros dando vueltas. Ellos creen que lo que pasó en Sudáfrica fue que la dictadura no cerró el acuerdo con el traficante.

    ¿Brasil ayudó a la Argentina?
    Brasil tenía una neutralidad absoluta. Colaboró con estos vuelos, porque los aviones de Aerolíneas paraban en Recife para cargar combustible. Pero también ayudaron a un avión militar británico en problemas.

    Hay un misterioso personaje que recorre el libro, el "doctor Alberto", que era el contacto con Libia. ¿Vos podés decir quién es?
    Se llama Eduardo Sarme. Lo estoy buscando todavía. El sacerdote Aníbal Fosbery, que está en Mar del Plata ahora, era amigo íntimo del ex dictador Leopoldo Galtieri y era el contacto con él. Sarme, según Dante Caputo, era un traficante de armas.

    ¿Qué opinión tienen los pilotos de la actual situación de Aerolíneas?
    Ellos vivieron la época dorada de la empresa. Creen que es una empresa degradada, que está lejos de representar lo que alguna vez fue. De hecho, ellos se fueron de Aerolíneas en 1992-93, con retiro voluntario, tras la privatización. Eso los entristece.

    ¿Y los 30 años como los ven?
    Con contradicciones. Consideran que la guerra no es el camino para nada, no son militares. Uno de ellos veía cuando volvía de los vuelos que sus hijos estaban con banderitas de Argentina y quería ir a cagar a piñas a las maestras.

    Lista de vuelos

    Primer vuelo
    Ezeiza - Las Palmas - Tel Aviv
    Tel Aviv - Las Palmas - Palomar
    Comandantes:
    Arce, Ramón
    De Gainza, Gustavo
    Brutti, Héctor
    Minuzzi, Jorge

    Segundo vuelo
    Ezeiza - Las Palmas - Tel Aviv
    Tel Aviv - Las Palmas - Palomar
    Comandantes:
    Lefevre, Carlos
    Prelooker, Jorge
    Botte, Horacio
    Feo, Norberto (ya fallecido)

    Tercer vuelo
    Ezeiza - Ezeiza
    (Destino original Sudáfrica: Abortado)
    Comandantes:
    Bresciani, Gezio
    Lefevre, Carlos
    Contreras, Valerio

    Cuarto vuelo
    Ezeiza - Recife - Las Palmas - Trípoli
    Trípoli - Las Palmas - Recife - Palomar
    Comandantes:
    Cuniberti, Luis
    Feo, Norberto
    Lombardini, Juan

    Quinto vuelo
    Ezeiza - Recife - Trípoli
    Trípoli - Recife - Palomar
    Comandantes:
    Arias, Leopoldo
    Busch, Enrique
    Ardalla, Juan Carlos
    Pichiello, Rafael (ya fallecido)

    Sexto vuelo
    Ezeiza - Recife - Trípoli
    Trípoli - Recife - Palomar
    Comandantes:
    Bresciani, Gezio
    Giordano, Luis
    Moglia, Hilario
    Aydar Paz, Jorge (ya fallecido)

    Séptimo vuelo
    Ezeiza - Recife - Trípoli
    Trípoli - Recife - Palomar
    Comandantes:
    San Juan, Juan Carlos
    Bernard, Mario
    Biro, Valentín (ya fallecido)
    Levaggi, Angel

    Fuente: La Nación por Víctor Pombinho 26.04.2012
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    Mensaje por Sergio DAlesio Jue Abr 26, 2012 3:51 pm

    Excelentes datos gracias por subirlos.

    Un abrazo
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    Mensaje por J@vier63 Jue Abr 26, 2012 4:11 pm

    Gracias HernanF1
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    Participación civil en el conflicto. Empty Re: Participación civil en el conflicto.

    Mensaje por Daniel De Marco Mar Mayo 01, 2012 10:31 am

    Muy buen informe y pensar que cuando cagaron a tiros a Kadafi,un monton de tarados se hizo eco de la basura yanqui e inglesa cuanta basura mundial,y nuestros politicos besandoles el traste en fin..
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    Participación civil en el conflicto. Empty Re: Participación civil en el conflicto.

    Mensaje por Daniel De Marco Mar Mayo 01, 2012 10:32 am

    Perdon muchachos me salio de adentro el comentario
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    Mensaje por HernanF1 Jue Mayo 24, 2012 3:13 pm

    Nuestras mujeres en Malvinas, recién cuando volvieron de Malvinas tuvieron estado militar, durante el conflicto eran personal civil que trabajaban como instrumentadoras quirúrgicas en el Hospital Militar Central "Cirujano Mayor Cosme Argerich"
    Un orgullo estas mujeres argentinas, les dejo una entrada del blog y la nota que les hizo La Nación donde en un video hablan de nuestros combatientes, orgullosas veteranas hasta el día de hoy!

    http://www.malvinasdata.blogspot.com.ar/2012/05/testimonios-en-primera-persona-nuestras.html

    Testimonios en primera persona: Nuestras mujeres en Malvinas, otro ejemplo de sacrificio durante el conflicto.

    Tenían veintitantos y eran instrumentadoras quirúrgicas en el Hospital Militar Central. En junio de 1982 se presentaron voluntariamente a una convocatoria para prestar servicio en Malvinas. Un día después embarcaron rumbo al Sur y trabajaron en el Rompehielos ARA Almirante Irízar, que funcionaba como buque hospital frente a Puerto Argentino. Marta Lemme y Susana Maza recuerdan esos días con emoción y respeto. A 30 años de la guerra, pueden revivir cada momento y contar sus vivencias con detalles. Reconocen que tuvieron miedo y mucha ansiedad, pero no se arrepienten. "Nuestra función era servir a la Patria y eso hicimos", sostienen.
    Marta había empezado a trabajar en el Hospital Militar Central (HMC) en 1980. Susana, cuatro años antes. El 2 de abril de 1982, cuando fue el desembarco argentino en el archipiélago, preguntaron si podían anotarse para ir, pero no había instrucciones precisas. Además, la mujer no estaba incorporada con grado militar a las Fuerzas Armadas: recién a fines de ese año se recibieron las primeras promociones.
    En junio, por pedido del Hospital de Puerto Argentino, la dirección del HMC abrió una convocatoria: el combate estaba dejando heridos de gravedad y necesitaban personal idóneo para cirugías. "Nos avisaron que si queríamos, podíamos participar. Requerían personas que supieran preparar las salas, el material, la aparatología...En aquel entonces, al no haber personal militar, las instrumentadoras eran todas mujeres y eran civiles. Los enfermeros que tenían grado militar no eran instrumentadores", explica Susana.
    El llamado rindió sus frutos: se anotaron cinco enfermeras del HMC y una del Hospital Militar de Campo de Mayo. "Fue una cosa rápida, nos dijeron un mediodía y salimos al día siguiente", dice. Marta agrega que los familiares tuvieron poco tiempo para digerirlo. "A veces me preguntan qué dijeron mis padres, pero no tuvieron tiempo de pensar", cuenta. (Continúa...)


    http://www.lanacion.com.ar/1475759-las-enfermeras-que-se-atrevieron-a-viajar-en-plena-guerra-a-malvinas




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