por Beatrice Mar Mayo 15, 2012 5:34 pm
TEÑIDO EN CELESTE Y BLANCO
Corre el año 1982 en el puesto de una estancia
está mateando un puestero de cicatrices marcadas
por vientos fríos de invierno y por mañanas heladas,
escucha en pleno silencio la calma de la madrugada.
Se llama Ramón Valdez, tiene alegre gurisada
y tiene un hijo mayor, cerca de los 20 o por ahí anda;
el que ayuda a recorrer y hacer en la estancia changas,
pa'que de para el cigarro y algunos tragos de caña;
hace poco que ha llegado de la Milicia a la Estancia
lo han dado de baja al mocito y está contenta su mama.
Como a eso de las 10 se acercó para la Estancia
el viejo Ramón Valdez chiflado como si nada
lo ha mandado a llamar el patrón, porque hoy a la mañana,
en cuantito vino al poblado se encontró con una carta
para el hijo de Valdez, que el ejército le enviara.
Lo hace pasar para adentro, después de que lo saludara
se acomoda en un sillón, pega profunda pitada;
y el patrón calmosamente le dice:
voy a leerte esta carta, ya que usted no tuvo la suerte
que tienen otros marcada,
de dir un tiempo a la Escuela, pa' conocer las palabras.
El ejército la ha mandado. Valdez téngase calma;
a su hijo precisan pa' defender nuestra Patria,
a la que como soldado juró ante la Celeste y Blanca
defenderla hasta morir, cuando otros la usurparan.
El viejo callao, apretó sus manos cansadas
y de aquellos ojos profundos brotaron como si nada
dos lágrimas que hace tiempo él las tenía guardadas;
de regreso para el puesto en tendida galopada,
pensó cómo decirle que su hijo se marchaba
a la madre que en el puesto, barriendo el patio, esperaba.
Llegó en silencio Valdez y toda la gurisada
salió a los gritos contenta a recibir a su tata
que traía aquella noticia que tan adentro quemaba,
como si el mismo diablo anduviera pateándole las entrañas.
Mirá vieja, que tengas toda tu mente con calma,
porque lo que voy a decirte te ha de partir el alma:
precisan a nuestro hijo allá en el sur de la Patria.
El viejo llama al mocito y se enfrenta cara a cara,
y con el pecho quebrado le dice: te esta llamando la Patria,
allá en el Sur, los Ingleses están tratando 'e robarlas
y vos como Argentino has de dir pa' cuidarlas.
El mozo queda en silencio, le da un gran beso a su mama,
y se prepara despacio las cosas para mañana,
porque allá en la estación lo espera la militada
que lo ha de llevar pa' la guerra, a esas islas tan amadas,
donde es dueña la tristeza, marcada por la distancia.
Y al otro día el mocito, en la estacion, de mañana,
tiene apretao en los brazos, a sus hermanitos, su tata
y llorando en el andén deja también a su mama,
un beso dulce en la frente y otro en sus blancas canas.
Ya treinta días han pasao, de que el mocito marchara
ni una carta, ni un mensaje ha llegao pa' la Estancia
solamente el patrón le dice algunas palabras:
que se han de quedar tranquilos, hay que esperar el mañana,
cuando termine la guerra él va a venir pa' besarla,
apretarla contra el pecho, como cuando él se marchara.
Todas las noches le reza un Padre Nuestro su mama,
para que Dios lo proteja, entre medio de las balas.
Él es un gurÍ de campo, nunca supo de batallas;
tan sólo vivió apegao a su rancho, su tata y mama
y dar gritos al vacaje pa'l tiempo de las tropeadas.
Y hoy, está temblando de frío, entre una neblina blanca
que le agarrota las manos, que le enturbia la mirada,
y el hambre que es traicionero, le hace crujir las entrañas.
Una mañana de invierno, llego el rumor a la estancia
le han mandao la noticia a Valdez en una muy breve carta,
pero esta vez es el patrón, cuando dentra a descifrarla,
quien siente una brasa en el pecho, se le anuda la garganta,
y esta vez las lágrimas son de él y no de Valdez, su tata.
El viejo se siente morir cuando el patrón le aclara
que el hijo cayó vencido por el fuego de las balas,
que le han de mandar su cuerpo dentro de algunas semanas,
que el ejército pide perdón por el hijo que la Patria
le llevo a Ramón Valdez, quemado por la metralla.
Un ataúd de madera le entregan a su mama,
envuelto en una bandera, que juró hace tiempo cuidarla
con su pobre vida de peón, que nunca supo de batallas.
Para todos los que los que defendieron esas tierras tan amadas,
merecen el monumento más grande en todas las plazas.
Que no se olviden la sangre que está en Malvinas regada,
son los chicos inocentes que amaron mi celeste y blanca.
Que apuntaron un fusil, sin conocer de batallas,
son los más machos, canejo, que habrá parido mi Patria.
Carlos Daniel Almeida