Al otro día, regreso al Sanatorio, había una enfermera, Cristina, como para olvidarme el nombre, no escuchó mis advertencias sobre el cuidado necesario para las heridas que tenía. Me hizo ver las estrellas, me aguanté de pegarle instintivamente en ese momento. No me creyó, cuando vió la mano, pidió 100.000 disculpas. "Sos mi Harrier privado" le dije. La próxima vez, escuchá al paciente, que puede dejar de serlo.
Esperaron a que las heridas cicatrizaran para empezar con la rehabilitación, en la mano izquierda solo movía la última articulación de cada de do. Era un garrote, así fue como entre Moya, Texier, Del Sel, traumatólogos y Alfredo Olazábal, cirujano de mano y sobre todo Alejandra Vallverdú con el apoyo de Capria, kinesiólogos, ambos recuperé casi totalmente la movilidad de mi mano izquierda y la movilidad faltante de la mano derecha.
Alejandra me bancó 4 horas por día de lunes a viernes y lo que nadie pensaba que se podía resolver en 6 meses, lo hicimos en menos de tres. Nunca estaré lo suficientemente agradecido por el trabajo, la dedicación, el cariño y la contención que todos me entegaron sin tapujos.
Anécdotas:
Primera sesión de kinesio. Previa a la movilización, radiofrecuencia. "Alejandra, perdón" ¿Si? Quema. ¿Cómo quema? ¿Tenés algún clavo? Nooo, esquirlas. Perdóooon. Así fue que me aplicaba solo ultrasonido. Después a fuerza de electroestimulación recuperé fuerza y movilidad del índice de la mano derecha.
Otra:
Visita al cirujano de mano, Olazábal, había esquirlas que me molestaban, entonces ver para sacarlas. Había un pedazo de acero, como una pequeña aguja, pegada a la uña del dedo mayor. Te la saco. Si, dale, sacala. Alfredo Olazábal, en ese momento, supongo que debe ser igual, que transmitía una paz interior contagiosa. Empieza a sacar y en un momento escucho: ¿Te duele? No. ¿Seguro que no te duele? No, para nada. Una de las asistentes me mira fijo a los ojos, me dice ¿No le duele?. La miro, no me duele, pero si los ayuda, si quieren, grito. La esquirla había quebrado una parte de la falangeta o 3er falange y el hueso estaba necrotizado y salio pegado a la esquirla.
Mientras charlábamos, una tarde, ya en confianza, me dice: Disculpame, pero no almorcé, eran las 17,00hs, ¿te molesta si meriendo? ¡Cómo me iba a molestar! Llegaba y siempre me atendían. El Sanatorio de ELMA era una prolongación de la familia en muchos aspectos, más si ya te conocían.
Una vez recuperada la mano izquierda, lo voy a ver al Negro, Alfredo Texier, un dandy inglés transculturado en Buenos Aires.
- Bueno, ahora tenemos que empezar con la mano derecha.
- Alfredo, el dedo lo muevo, tengo pinza con fuerza. Soy zurdo, ¿qué querés hacer?
- Lo que se hace en estos casos, se fractura lo que está mal soldado, se coloca en su lugar y se vuelve a soldar.
- ¿Por?
- Porque te quedó fea.
- Negro y con la cara ¿qué hago?
y así fue como evité la intervención de la mano derecha.
Creo que cuatro años después, me sacaron un ganglión y me hicieron cirugía plástica en la mano izquierda, pero porque la cicatriz quedaba levantada y cada vez que metía mano en un equipo, me lastimaba.
El objetivo en agosto de 1982, era solo uno:Salir a navegar como Jefe en el buque en el que había sido Pilotín (Alumno pasante) por dos viajes. Tenía que hacerlo con amigos, ahí estaba el Capitán Jorge Riganti, Oscar Campetella, gran amigo y compañero, Carlos Larghi y lo convencí a Santiago Tettamanzi, el Comisario del Carcarañá para que hiciera el relevo del Comisario efectivo del buque.
Necesitábamos un ambiente amigable para poder reiniciar nuestra vida de mercantes y así fue.